- Docentes y directivos reconocen cambios en el comportamiento de los niños y niñas.
Soledad, 9 de octubre del 2017. Las vidas de 140 niños víctimas del conflicto en el municipio de Soledad ha cambiado gracias a la música que están aprendiendo a tocar y cantar en la Institución Educativa Nobel Juan Manuel Santos.
Los cambios han sido reveladores y esperanzadores en los menores que residen en el barrio Nueva Esperanza, donde quedan las instalaciones educativas. El coordinador musical de Batuta Soledad, Felipe Mosquera; el rector del colegio, Osvaldo Maldonado Torres y la gestora social Alba Olaya de Herrera coinciden en esta apreciación.
Los niños y niñas que hacen parte del programa de la Fundación Nacional Batuta, el cual tiene el total respaldo de la Alcaldía, han comenzado a poner en práctica valores como la disciplina, el respeto, la tolerancia, la obediencia y han mejorado su auto estima. Además, cuidan su presentación personal y han cambiado su lenguaje, que antes era muy agresivo. Por eso en el colegio oficial han disminuido las riñas y los llamados de atención de los docentes y sobre todo, el nivel académico ha aumentado.
“Al ver estos niños y niñas, confirmamos una vez más que la música tiene un poder transformador”, dice Mosquera. “Nos hemos dado cuenta que Batuta no es solo un programa para descubrir talento sino que ha alejado a los niños de los peligros que corren al vivir en condiciones marginales”, agrega Maldonado. “Son niños a los que les estamos dando todo nuestro apoyo porque viven en condiciones muy difíciles”, sostiene la gestora Alba Olaya.
“El apoyo de la administración del alcalde Joao Herrera ha sido determinante y gracias a eso se han realizado las adecuaciones locativas para las clases, y los niños han participado en actividades culturales y artísticas dentro y fuera de la Institución”, explica el coordinador musical de Batuta Soledad.
En el grupo que recibió al alcalde Joao Herrera y a la gestora Alba Olaya para compartir un almuerzo, se destacó Camilo Andrés Pérez Sarmiento, de 10 años y quien cursa el cuarto grado. Fue él quien le solicitó a la Gestora un almuerzo para mostrarle a ella lo que él y los otros niños han aprendido.
Al comienzo Camilo Andrés era un poco apático a las clases de música, pero su actitud ha cambiado y es uno de los más entusiastas del grupo. Ya toca la flauta con destreza. Él y sus tres hermanos viven a pocas calles del colegio con su madre, Gladys Sarmiento, quien es ama de casa y Arnoldo Pérez, su padre y quien se dedica a cargar cajas en Granabastos.
“Yo le dije a la señora Albita que organizáramos el almuerzo. Ella me lo prometió que sería este sábado y cumplió. Estoy muy contento por eso. Aquí la queremos mucho porque está muy pendiente de nosotros”, dice el niño.
Verónica Vásquez, asistente administrativa de la Fundación Nacional Batuta en el municipio de Soledad, explica que durante el proceso de aprendizaje, se visitan a las familias de los menores para explicarles que ellos no solo están aprendiendo música sino cambiando sus vidas y que los mayores y cuidadores deben apoyarlos para lograr ese objetivo.
Los niños tienen una gama de posibilidades. Pueden aprender flauta, placas y percusión menor, que incluye maracas, platillos, chuchos y claves. Así mismo, percusión folclórica, es decir tambora, alegre, llamador y guache. De igual forma se les educa la voz.
Mientras los integrantes del grupo tocan los instrumentos y cantan, Camilo Andrés no suelta la mano de la gestora Alba Olaya. Quizá él no es consciente, pero la música comenzó a impactar en su vida y a recibir un torrente de amor que tanto merece y necesita por parte de los funcionarios de la Alcaldía, de los profesores y directivos de la Institución y de la Fundación Nacional Batuta. Camilo Andrés es un testimonio de que la música tiene un poder transformador.