En un ambiente de profunda espiritualidad y comunión eclesial, la Arquidiócesis de Barranquilla celebró este martes la tradicional Misa Crismal, una de las ceremonias más significativas de la Semana Santa en la Iglesia Católica. La eucaristía fue presidida por el arzobispo Pablo Emiro Salas Anteliz, acompañado por decenas de sacerdotes de toda la arquidiócesis, en la Catedral Metropolitana María Reina.
Durante esta solemne celebración, los presbíteros renovaron sus promesas sacerdotales, reafirmando su compromiso con el servicio pastoral y la fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Además, se llevó a cabo la bendición de los óleos sagrados —el óleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el Santo Crisma—, que serán utilizados durante todo el año en la administración de los sacramentos.
Unidad del clero y cercanía con el pueblo
El arzobispo Salas Anteliz hizo un llamado a los sacerdotes a vivir su ministerio con humildad, entrega y cercanía al pueblo de Dios, especialmente en tiempos de dificultad social y espiritual. “Nuestra vocación es servicio, y nuestro testimonio debe ser luz para las comunidades que acompañamos”, expresó durante su homilía.
La Misa Crismal también se convirtió en un espacio de encuentro entre el clero y los fieles laicos que colmaron la Catedral, elevando oraciones por la paz del país, la unidad de la Iglesia y las vocaciones sacerdotales.
Símbolo de comunión eclesial
Esta celebración, que normalmente tiene lugar el Jueves Santo por la mañana, puede ser anticipada en algunos lugares —como Barranquilla— por razones pastorales. Es considerada un momento clave del año litúrgico, pues expresa la comunión entre el obispo, sus sacerdotes y el pueblo fiel, reafirmando el vínculo que los une como cuerpo eclesial.
La Misa Crismal marca el inicio espiritual del Triduo Pascual y recuerda la unción de Cristo como Sacerdote, Profeta y Rey, representada en los óleos bendecidos.
