A pesar de que Colombia esté unos pasos atrás en temas de derechos humanos la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido son un hecho patente. En 2020, la Corte Constitucional de Colombia emitió una sentencia que despenalizaba la eutanasia en ciertas circunstancias. La sentencia estableció que los ciudadanos mayores de edad y con enfermedades terminales tienen el derecho fundamental a solicitar la eutanasia, siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos y procedimientos legales.
“El derecho a vivir dignamente es un derecho fundamental y autónomo, independiente, pero relacionado con otros derechos, y que consiste en dos dimensiones básicas: la dignidad humana como presupuesto esencial del ser humano, indispensable para el goce de todos los derechos, comenzando por la propia vida. De otro lado, la garantía de la autonomía personal en tanto principio orientador que permite que una persona tome las decisiones que estime importantes para su proyecto vital, sin intromisiones ni presiones. Este derecho se traduce en un derecho subjetivo, siempre que se pueda identificar al titular del derecho, el destinatario y su contenido. – Corte constitucional de Colombia
Ahora bien, se sabe que más allá de las despenalizaciones y emisiones de derechos es necesario hacer una psicopedagogía a la población para saber qué, cómo y dónde solicitarlo. Adicionalmente, concientizar a las personas que aún miran con recelo y estigma el tema.
Empecemos por el inicio, ¿Cuáles son las principales similitudes y diferencias entre la eutanasia y el suicidio asistido?
Similitudes:
- Ambas prácticas tienen como objetivo poner fin al sufrimiento de pacientes terminales o que padecen enfermedades incurables.
- Ambas están rodeadas de consideraciones éticas y legales, incluyendo el consentimiento informado del paciente, evaluación de su capacidad para tomar decisiones y garantías para prevenir el abuso o la coerción.
- Tanto la eutanasia como el suicidio asistido son temas controvertidos que generan debates éticos, morales, religiosos y legales en muchos países.
Diferencias:
- Eutanasia:
- En la eutanasia, un tercero (generalmente un médico) administra directamente una sustancia letal al paciente con el objetivo de poner fin a su vida.
- La eutanasia puede ser activa (cuando se realiza una acción para provocar la muerte) o pasiva (cuando se omite un tratamiento necesario para mantener la vida).
- Es un acto realizado por otro en nombre del paciente y requiere su consentimiento.
- Suicidio asistido:
- En el suicidio asistido, el paciente recibe los medios (generalmente una receta para medicamentos letales) y la asistencia necesaria para terminar con su propia vida, pero es el paciente quien realiza el acto final de poner fin a su vida.
- El médico proporciona los medios para el suicidio, pero no realiza directamente la acción de terminar con la vida del paciente.
- Requiere la participación activa del paciente en el proceso y su consentimiento informado.
Dentro del gremio de la psicología ha habido un debate por décadas sobre el suicidio asistido, hay una parte que dice va en contra de la labor del psicólogo/a teniendo en cuenta que una de las principales funciones de la psicología clínica es guiar a los pacientes a encontrar un sentido de vida con el cual se sienta satisfecho/a. Otra parte dirá que, si bien siempre se va a primar la vida del paciente, como profesionales de la salud no es posible ir en contra de las voluntades del paciente.
Los trastornos mentales, no diferentes a las enfermedades físicas, pueden conllevar al impedimento de una vida funcional, y en muchos casos llegan a ser crónicas.
Con este debate en mente, es fundamental considerar las complejidades de los trastornos mentales y sus impactos en la vida de quienes los padecen. Si bien la psicología clínica se enfoca en brindar apoyo para encontrar un sentido de vida satisfactorio, ¿qué ocurre cuando las enfermedades mentales desafían la capacidad de llevar una vida funcional? ¿Cómo equilibramos el respeto por la autonomía del paciente con la responsabilidad de proteger su bienestar? Estas preguntas nos invitan a una reflexión profunda sobre el significado de la vida, la calidad de esta y los límites de la intervención profesional en el contexto del suicidio asistido.