Por: Juan Alejandro Tapia
Sigue acá, sin saber dónde dejó las gafas, dónde quedó el celular. Cuentan que lo han visto por la rotativa del periódico y los pasillos de la redacción, en una cabina de radio o frente a una cámara de televisión. Es imposible, repiten los incrédulos, los que no saben que regresó de la muerte una vez. “No sé, Ernesto, no sé”. Con esos calores que hace ahora, quizá sea posible volverlo a ver.
Diez años después de su último trino, Esquina Fest celebra la vida de Ernesto McCausland Sojo, el gigante, el amigo, el maestro, y dónde más si no en la Barranquilla que amó y de la que nunca se fue a pesar de haber recorrido el mundo con un morral de historias al hombro y la tonada melancólica del caribeño paseador en la boca. Un festival para hablar de él, y tal vez, “no sé, Ernesto, no sé”, para hablar con él.
Periodista, cineasta, novelista, presentador, dramaturgo, maestro de ceremonias, lector, melómano, buen conversador; intenso, apasionado, implacable, el legado de McCausland no había sido nunca envasado ni etiquetado, pero como la ‘marianamén’ de su más célebre relato, llegó la hora de destaparlo y de tomarnos su más puro amor embotellado.
“Este es el despertar de Ernesto, para mí él vive en este festival”, dice Ana Milena Londoño, su mujer, su novia, su amiga, la madre de sus hijas, su mano derecha, y su izquierda también.
A los nueve años leyó a Freud, a los cincuenta adoraba a Vallejo, y en el tránsito de uno a otro, Gabo, siempre Gabo. Pero nunca dejó de ser un barranquillero de esquina, de los que no llevan el Carnaval en los hombros ni en los pies, sino en la sangre y en la retina.
El 18 y 19 de noviembre, Esquina Fest es el pretexto para conocer a esos dos Ernestos que en realidad eran uno. Un viaje en el tiempo por ese mundo costeño plagado de personajes pintorescos y luchadores, pero también de seres oscuros y marginados, que lo conmovieron e intrigaron.
Familares, colegas, amigos de aventuras y parrandas, compañeros de trabajo y discípulos harán un esbozo del ser y su obra. Pinceladas nada más, porque abarcarlo en dos días sería imposible.
En la Fábrica de Cultura, la Cátedra McCausland, componente académico del festival, se constituirá en un espacio para estudiar a fondo su trabajo escrito y audiovisual, con talleres, exposiciones y clases magistrales que recorrerán los tres ejes temáticos que lo definieron como creador: periodismo, cine y literatura.
Las ‘Encuentros en la esnaqui’ serán la otra cara del festival y de un personaje que, como su nombre, parecía moverse en dos dimensiones: si McCausland era el maestro, el artista, el visionario, Ernesto era el amigo, el padre, el hijo. Y en ambos: la calle.
La calle como punto de encuentro, como presencia vívida, mitad territorio conquistado, mitad por explorar. La calle del entrevistador que encanta serpientes con su voz y la del hombre de ‘esnaqui’ que hipnotiza con su charla. En Esquina Fest lo volveremos a oír.